1.
EL DÍA DE LAS HOJAS
Las hojas tienen su
modo de ser,
no dan un
espectáculo.
Entidades tímidas,
de sólo dos caras,
que dan forma a las
ramas.
La vista de fondo
para unas flores
sin pretensión de
ser las preferidas.
Minúsculas fábricas de clorofila,
proceso de
fotosíntesis cotidiano.
2.
CICATRICES
Cómo puedes explicar qué pasa con el fuego:
¿se transforma en ceniza o sube al cielo?
Así se ha quemado tu cuerpo en una noche
y entonces has visto, un poco tarde,
cómo la tierra se quedó atrás
con rastros impresos, de meteoritos.
3.
FINAL DE BOHEMIA
¿A quiénes más les
atrae nuestro otoño
con su cuerpo desnudo, asexuado?
A ti te pregunto, mi triste amigo,
nacido en la tierra patriarcal de la primavera.
Su lluvia insidiosa y su viento ávido
te han dejado sin propia ropa.
Te has convertido así en un perro vagabundo,
llevando encima partes de sus pieles.
Ya no eres un hombre, al final de la bohemia
has tomado la postura de un perro dócil,
sus ojos lánguidos y su olor específico, canino,
y nuestro otoño se parece ahora a una mesalina.
4.
POEMA CON LLUVIA
Cuando empiece a
envejecer,
me pondré una
gorra de piel de oveja
e
intentaré coser
el vacío que queda
entre las gotas de lluvia.
Está claro que no podré coser
con la aguja una
gran distancia,
por eso empezaré a
hacer
líneas de cristales
en estos vacíos.
Así va a caer el agua por todas partes
desde la luz de las
nubes negras:
puede que esta
corriente nos salve
del fuego
apocalíptico de los colores.
Por ahora las lluvias van y vienen
con sus
imperceptibles espacios entre las gotas,
donde nuestros
cuerpos todavía tratan
de buscar la manera de evitarlas.
5.
NOTAS MUSICALES
Quién
ha dicho que es necesario
saber todas las
notas musicales.
Las melodías
resuenan libremente
y sin ellas por el
espacio.
6.
EL CUERNO DEL
UNICORNIO
Las lágrimas hacen
un charco en casa:
disimulas el llanto - tú, menudo niño.
Tus quejas son algo que ya no pasan,
si no te sale el cuerno del unicornio.
Tragas entre hipos la saliva
y repites de nuevo los pactos sagrados.
Buscas el
propio rostro con mechón en la frente
y descubres un cuerno en aquel charco.
7.
LA DESAPARICIÓN
Nos perdimos allá donde duerme el infierno,
donde el mar con sus olas besa el sueño.
Sin meta alguna bajamos y subimos
hacia las dos direcciones de la línea recta.
Apoyamos la vista en un punto reflectante,
respirando un aire con aves errantes.
Al final nos impacta (es un juego de bolos...)
algo hiperbólico, y ya no estamos.
8.
LA VIGILIA
Te despierta el
café negro de las noticias de la mañana
(por la noche pasan
cosas de lo más descomunales).
El tictac siniestro
del reloj te abate,
las ratas han
llenado tu casa y te están mordiendo.
Muñecos vestidos
con trapos sustituyen a tus niños,
(alguna vez desaparecen
y ellos se amontonan en el desván).
Tienes una escalera
oculta para bajarlos
y recogerlos de
entre otros trapos.
Te sientas lo más
lejos posible del piano abandonado
(para que no se
enteren los vecinos que quieres tocarlo).
Una canción, es
verdad, aparece de la nada,
aunque no todos los
que cantan la pueden escuchar.
La noche es el
duelo por el día de ayer
(¿quién más va a
quedarse ahora para su vigilia…?).
Te despiertas por la
mañana sin el cadáver en casa
que ha salido directamente
por la pared.
9.
OBSTÁCULOS
INVISIBLES
Qué raros son los
pasos del pájaro enano,
como si tuviera
miedo de tocar el suelo.
Parece que no puede ir andando
o que así prefiere
conservar sus fuerzas.
Pica uno a uno a
los parásitos de cerca,
luego se da un baño
de polvo.
Bebe agua de una pezuña de caballo
y se va por su
senda, pero no muy lejos.
No pisa el suelo,
salta repetidamente
sobre unos
obstáculos invisibles para nosotros.
Donde no puede saltar por encima de ellos,
levanta sus alas y
nos dice adiós.
10.
EL REVERSO
Soldados que se
creen héroes,
medallas con el
reverso macabro;
juguetes de latón
pulidos celosamente
para ser deseados
por los incautos.
11.
EL AURA DEL
TIEMPO
Eres un faro encendido, una señal luminosa,
ardes girando hacia al mar.
En la roca estás cerca de un tronco
como un árbol para rememorar.
Este tronco sin fuerza no penetra abismos,
nada podrá volver a ser como
antes.
Pero sus
anillos dispersan una luz de madera,
el aura del tiempo, multiplicada.
12.
EL SIMULACRO
La felicidad es una
guapa muchacha,
con la cara
inocente, en un día con cielo azul:
una brisa, una nube
un poco blanquecina
la oscurece, la
transforma en un humo
sin su fuego
afable, sin su magnífica llama,
una brasa del anochecer, solo plata impura,
ningún rastro de
oro, solo cobre o bronce,
una clase de
seducción, un simulacro.
13.
LA ALEGRÍA
La alegría cabe en
un vaso con vino
que se echa al agua
de un río,
llega a un vado
poco profundo
donde los peces se lo beben,
se emborrachan,
saltan a la orilla uno a uno y...
se convierten en
niños.
14.
EL MARCIANO
(A Leonard Tuchilatu, in memoriam)
Espacio creado por múltiples
ventanas superpuestas:
con solo un gesto irreflexivo rompes una a una
las paredes frágiles del aire, con los dedos gelatinosos
apartas los innumerables planetas del universo
y, de reojo, penetras ilegalmente en el abismo.
Tienes en tus manos una espada con poderes paranormales
(robada probablemente de una película de ciencia ficción),
haces un corte en la panza del aire, le sacas las entrañas
de joven narcisista, que tienen olor materno de magnolia,
y te las cuelgas del cuello como trofeos de guerra.
15.
EL SELLO
Sílabas
pronunciadas con mucho esfuerzo,
con una
periodicidad preocupante.
Pasos lentos,
hechos cerca de la cama estrecha,
ojos blanquecinos,
salidos de sus órbitas.
Mirada penetrando
incluso las fibras textiles,
la revelación de
otra vida.
Un cambio de opiniones
previsibles, dichas
en pausa aparecida
entre las preguntas.
La revisión visual
de un campo en barbecho,
teniendo la cabeza
encima del nivel de la tierra.
El oído almacenando
todas las notas musicales,
testamento sellado
con los labios quemados.
16.
GASTRONOMÍA PARA
LOS GOURMETS
La poesía no es una
rebanada de pan,
ni el paté de
hígado untado por encima.
Ella no es algo que
se come por la mañana,
en la hora del
almuerzo u, oculta, en la última cena.
Oh, sí, ella es un
alimento apreciado por los gourmets,
servido como
entrante por unos gastrónomos.
17.
METAMORFOSIS
Manos dañadas por
los mangos del arado,
plantas de los pies
muy tocadas
de andar por el
camino hacia al dios Zalmolxis.
Leyes de los getas
que germinan
en las cosas que creamos
solos
y a quienes les
imponemos que nos obedezcan.
Ídolos descansando
sobre las espaldas de los fieles,
sangre de gemelos
que se transforma en agua,
pasos errantes
entre las ruinas de la modernidad.
18.
ITINERARIO DE
RUTINA
Vestido con
vaqueros, camisa de lino
y sombrero de corteza de tilo,
sales por la puerta
como un susurro
del adiós por la boca de tu amada.
No consigues cruzar
la calle
y te paras instintivamente
(el tráfico intenso
y el semáforo en rojo
te atrapan un minuto más de la cuenta).
Pierdes una hora en
un tren interminable
y llegas por fin a una jungla,
donde el rey de los
animales te está esperando
para arrancarte la piel.
Le pides disculpas
por tu retraso
y te alejas rápidamente de él,
olvidándote del
lenguaje
y vagando por la abundante vegetación.
19.
LA TAPA DE TARAREO
Las
horas saben el modo de despertarte -
te
pisan con su sonido afilado de la tapa de tarareo,
hasta
que una de ellas cae con mucho ruido.
Aparece
una expresión de descontento en tu cara,
comienzas
a bostezar como un oso en su calentita osera,
estiras
su cuerpo al límite y coges el detestable artefacto,
lo
presionas fuertemente con ambas manos
y tiras
por la ventana este juguete innecesario,
pero
aquella maldita tapa de tarareo gira de nuevo.
20.
REFLEJO
CONDICIONADO
Los ciegos de la
calle recuperan la vista
buscando sus ojos
perdidos por las aceras.
Golpean con sus
bastones repetidamente e intentan
asimilar los
sonidos petrificados del pavimento.
Música de andar
atentamente por una soga
estirada sobre un
precipicio habitado.
No hay señales de
circulación,
solo pura
intuición, reflejo condicionado.
21.
SIGNO DE
INTERROGACIÓN
Cuando no se
reconocen más la silla y el escritorio,
cuando cada uno se
queda en un lugar distinto de la casa,
entras tú para
reconciliarlos y acercarlos de alguna manera:
pones la silla
libre al lado de la mesa cargada
como pones un signo
de interrogación
al final de una frase.
22.
EL TINTERO
La nada toma a
veces la forma de tintero
lleno de tinta o de
otro líquido oscuro.
Allí está la pluma de madera,
con el plumín embotado,
metido dentro de un
punto inmóvil en la mesa escolar.
Aula sin alumnos, sin voces estridentes de profesores,
pizarra repleta de
letras, una fecha exacta fijada en una esquina.
La nada se ha
alojado en un aula manchada de tinta,
con las ventanas
cerradas, rotas por los soles.
23.
REMINISCENCIAS
El desfile exótico de los indios rojos
proyectado sobre el
fondo del prado.
Las alas del aire que intensifican
las luces de los
días ocultos.
El silbato tímido
del viento,
pasando por las
puertas medio abiertas.
La mesa dejada en
medio de la casa,
cubierta toda de espinos.
El hielo sucio del pequeño lago,
limpiado por el
torbellino como un zapato.
24.
LA MONTAÑA BLANCA
(La muerte de la sobrina Daniela)
Invierno con
ángeles degenerados,
simples muñecos de
nieve
que se han quedado
humildes
al lado del camino.
Doncella pasando
sin fuerza
por los grandes
copos de nieve,
entre sus montones
amenazadores,
a punto de caerse.
El viento del norte
la levanta,
la empuja hacia la
gruta fría,
pasos alejándose
rápidamente
resuenan debajo de
la montaña blanca.
25.
LA DAMA DE FUEGO
(A Leonida Lari, in
memoriam)
Un camino lleno de
raíces crecidas en la neblina del alba,
una última mirada
jugándose con las formas del fuego.
Alas abiertas que
cubren la sangre salida de la tumba,
allá donde se
derrumba la tierra haciéndole sitio al fuego.
Dama protegida de
los hechizos por una cinta pegada en la frente,
fuego oculto sacudiendo
sus llamas sobre la oscuridad.
26.
EL
INDIVIDUO
Rostros
subidos al pedestal,
piedras
funerarias rotas desde los altos ápices,
cayendo
sin ruido en los precipicios hospitalarios.
Placas
conmemorativas resplandecientes,
pegadas
a las paredes impasibles de las casas.
¿Dónde
se ha metido el temerario,
el
individuo que ha desafiado a la muerte?
27.
LOS SOCORRISTAS
Mujer salvada, traída por las olas,
una cuerda sujeta su cuerpo desnudo.
Viejos albatros sacuden sus alas
en las alturas donde no llegan los ruidos.
Manos de hombres desatan la cuerda
poco a poco liberando su cuerpo.
Peces plateados saltan a la vista,
se meten en los ojos de los socorristas.
28.
LA FEMINIDAD DE LA
FLOR
(Para Ana Muela
Sopeña)
Se impone una
terapia ligera de frescura:
dos gotas de agua y
una mano que pasa por la corola
en las horas puntas
del día o de la noche.
Si no hay riesgo de
disiparse en partículas de luz
o puede sacudir sin
verse su rosada
en los primeros
momentos de la mañana.
Tiene muchas
similitudes con las flores frágiles,
porque se mantiene
apartada de las tentaciones atípicas,
inadecuadas para su
piel permeable.
La llaman por su
nombre, aunque preferiría ser anónima,
y su corazón
impoluto que palpita entre los pétalos
apenas mantiene el
ritmo evanescente de la existencia.
29.
POROS
Sobre los poros
nada o casi nada se dice,
pero las últimas y
las más importantes victorias personales
son aquellas
conseguidas sobre los propios poros, obligándolos a
eliminar algo del
mundo interior;
los residuos ciegos
de la sombra bárbara
corren por los
brazos, se precipitan hacia los pies,
acabando en simples
secreciones, salidas desde las glándulas
sudoríparas y
sebáceas en el subsuelo adyacente de sí.
30.
EL ALTER EGO ALTERADO
El alter ego se descompone,
desaparece junto
con las hojas caídas.
Reduce al mínimo su
paleta de colores,
quedándose sólo con
el negro.
Proyecta la
materia, incluso la luz,
hacia un agujero
negro.
Lo que deja al
borde del abismo
es un alimento
perfectamente comestible.
Puede tragárselo después
con un simple
retoque de la lengua.
El proceso tarda en finalizarse
por la falta del
órgano anatómico.
31.
SUEÑO REVISITADO
Apagas la vela cada
tarde, besas la oscuridad,
diciendo “buenas
noches” a la cama y a la silla ciega,
los únicos que
sostienen tu cuerpo cuando este pide descanso
y persiste en
relajarse solo en sus abrazos.
La noche inerte te
desanima, viene por todos los lados,
viajas con ella en
un sueño que desaparece por la mañana,
llevando consigo
árboles cansados de sus ramas irreales
y a un individuo
canijo perdido entre los troncos de barro.
32.
EL GRITO DE GUERRA
(La primera palabra
fue un grito de guerra)
Abismos azules
gorjeaban por entonces
cuando los caminos
no existían
y las plantas de
los primates estaban
pegadas al suelo
por la mitad.
El caminar sobre el
suelo alrededor de los árboles,
ojos que miraban
por encima de las hierbas,
bocas de peces que
intentaban hablar,
emitiendo sonidos
ininteligibles.
Marcha en
serpentina por el desierto,
piedra que cortaba
el apetito de los cuervos,
la desaparición del
hombre de Neandertal,
la voluntad de la
ola sabia.
Armisticio tácito
entre las termitas
(aún no se sabía
nada de guerras),
un grito de guerra
que se escuchaba
anticipándose a las
otras palabras.
33.
CENIT
Se busca por atrás
una sombra resignada,
sin rostro carismático,
un tipo aplastado
que se quedó arando
un campo abierto
en un día tórrido,
a la hora del almuerzo,
con el sol en su cenit,
por aquel entonces,
cuando toda la tierra
se trabajaba con tesón.
34.
DAO (TAO)
…ponemos puntos
suspensivos a los puntos anteriores
y conservamos
intacta la cola que pasa más allá del comienzo,
detenemos la
respiración, dinamitamos los malos olores,
prestamos la mímica
y la postura estática (asana) de los yoguis,
acercaremos los
números infinitesimales a las hazañas,
pero sin
especificar cuáles son ellas y cómo hacerlas,
dejando tal vez una
pequeña puerta medio abierta
hacia aquel camino
del ignoto, el prototipo del Dao/Tao,
como prueba
contundente de nuestras buenas intenciones.
35.
PLASMA
”Sobre abismos sin nombre
habita la palabra en la penumbra.”
(Palabra en la penumbra de Ana Muela
Sopeña)
La penumbra junta
todos los brazos,
sintetiza los
momentos de pausa prolongada
y se parece de
alguna forma a un eclipse solar
que pasa tan ligero
que no deja rastro,
y en su desfile
acoge a los terrestres
que fijan sus
miradas en el espacio
para dar nombres,
detectando númenes.
La penumbra es
sinónima de descanso del corazón,
el reino donde se
retiran los espíritus
para defenderse de
los peligros mediante un proceso
de protección de
los elementos primordiales,
una particularidad
fundamental del plasma,
aquella que no se
empeña en ponerse en evidencia,
dejándose colorear
por las células de la sangre.
36.
EXHIBICIONISMO
Los
escribanos modernos bajan todos desde un marsupio,
suben
otra vez por el bolsillo acogedor de su madre,
se
proclaman recíprocamente poetas o son denominados así
por los
padres y los abuelos prestados.
Tienen hermanos y hermanas de madres subrogadas,
reproducen
imágenes desconcertantes del género, utilizan
un
amalgama de mayúsculas (ninguna letra pequeña, despareja),
la
mezcla maléfica entre la emulación y el asombro, exhibicionismo.
Los
escribanos modernos se quedan con los ojos cerrados
así
como lo hacen los recién nacidos, los abren sólo cuando se duermen,
para
ver sus sueños en realidad, sin querer comprender
que “y con los ojos abiertos no ves nada…”*.
*un
dicho japonés
37.
RITUAL DE LA DESPEDIDA
La despedida a las
puertas del cielo se celebra a menudo
en una mañana
temprano, al lado de un camino prolongado
por los pasos
pequeñitos de unos niños dados como desaparecidos
más allá del borde
de aquel trayecto descuidado y descarnado
hasta los picos de
los acantilados, que hacen ahora mohines
con los caninos
salidos fuera de una boca de barro,
lavados a veces por
las aguas incansables de arroyos desparejados,
por donde flotas y
tú en una balsa hasta el valle
de los álamos
tumbados, desaparecidos junto con las huellas
de aquellos
chiquillos que se quedaron a caminar sin calzado
y sin que ninguno
de ellos hiciera el ritual de la despedida.
38.
PIRÁMIDE DE KEOPS
Las percepciones
están listas para intentar
el trayecto
–conocido hasta un punto,
te preparas para
ver un difunto
a cada paso, o… te
vuelves del camino.
En el epicentro de los pasos hay luto,
a los lados se
dicen historias en lugar de oraciones,
allí a donde
no irás – pero llegas
a las puertas que
no tienen goznes.
De tales percepciones, en un alto
alzas una pirámide,
como una tienda de campaña
en la que cabe el
faraón muerto
con toda su
camarilla muerta.
Ya no queda ni
huella de atlantes,
sólo los cuatro
puntos cardinales
y el número de
cotas hasta el Sol,
para que hasta allí
te eleves.
39.
EPÍLOGO
Tus pies ya no saben cómo caminar,
ni cómo acariciar tus manos,
es igual que la respiración sin pulmones,
un cruce de sables encima de la cabeza,
que tú no ves ni oyes
cómo hace chispas a la puesta de sol.
Tu cuerpo, enterrado a medias,
evoca al pájaro que se queda a pasar la noche
en una rama de sauce, escondiendo la cabeza
en el plumaje, esperando el día, para ver su amanecer,
pero la noche es larga y no hay ninguna plegaria
que pueda abrirse paso entre las ramas…
40.
¡AMÉN!
Cielo de nubes,
tierras yermas
en la oscuridad, sin arado;
desde allí otros caminos se oyen
como señorita bajo el carro vacío.
Los campesinos han salido bien temprano
cuesta arriba, al trabajo, o a la aldea, a la feria;
ahora cuento de entre tantos un marjal
como si viviera todavía una vida.
Terrenos abandonados por y sin fuerza
como si fueran el hueso del brazo viejo;
resuena la oración y un "¡Amén!"
desde la sombra de un crucifijo solitario.
41.
PAISAJE CON BOSQUE
Todas las mañanas
son destinadas para que nos despierten,
para sacarnos los
vendajes hechos del tejido de sábanas,
sacudir las
almohadas llenas de reminiscencias
y sueños malos o
bonitos, todos ellos efímeros.
Las mañanas nos
llevan, nos alejan de los sueños
con trenes sin
vagones, en la parte superior de la locomotora;
paisaje
transparente, un muro de árboles que vuelan hacia atrás,
falta poco y
llegaremos a la estación del bosque con frutas negras.
42.
PUENTE
SOBRE EL PRECIPICIO
“No te
opongas, compón…”
Por la
tarde se apagan los ojos y sus órbitas cansadas
se
están acostumbrando al claroscuro, a la habilidad
del
hombre viejo de pasear por los puentes arqueados
hacia el otro lado tantas veces como sea necesario;
de este
modo funciona la ley de los contrarios,
la tan
deseada misteriosa fórmula de la vida
que
supone una serena evitación del diablo,
la
negación relevando su reconocimiento;
luego
viene la tierra entera por encima,
girando
en sentido inverso a su núcleo,
escupiendo
el fuego del infierno al llano,
debajo
de aquellos puentes altos, románicos.
43.
EL NUEVO POEMA
Sepultura profunda
cavada sobre el cuerpo
tendido, con los
huesos separados atentamente
por una mano lenta,
de antracita,
juntados algunos de
ellos por el enterrador
al lado de la
cabeza del recién fallecido,
como poner un lema
a tu nuevo poema.
44.
ALLÁ
Allá donde todos
los muertos
respiran por los poros
terrestres
crecen las velas de
arcilla
que ya están
apagadas.
Donde había una
huerta
y además muchas
viñas
vienen ahora los
vivos
para ver a los muertos.
Encienden todas las
velas,
que luego se
transformarán
en viña
recrudescente
o en un árbol
frutal.
45.
LA LUZ MATUTINA
Cuando
te duermes los caminos van hacia atrás,
se
superponen o interseccionan hasta que
se
juntan en una manada de animales domésticos,
llevados
todos por la mañana al campo abierto, al prado.
De
mañana te despierta el tañido sordo de las campanillas,
el
mugido generalizado de las vacas o el balido ciego de las ovejas
que
buscan a sus corderos en el prado de las largas huellas de sangre,
testigo
de una nueva invasión nocturna protagonizada por los lobos.
El sueño no
desaparece junto con la primera luz matutina,
este se mete en aquellos ojos que son más hospitalarios,
les
presta el resplandor glacial de los prados de alrededor,
proyectado
en la tela de neblina desde la era proterozoica de la tierra.
46.
HOGAR
No es una ilusión,
los días sufren
entre las plantas sin armadura,
donde tu casa parece un opaco
recipiente en un vórtice...
47.
RAÍCES
Recoja los colores
en un ramo de arco iris,
dispóngalo así para
que todos ellos se parezcan
al último día del
verano: rayos del sol, abatidos,
caen divididos por
el enrejado de la casa conocida,
que tiene una
bandeja pintada hasta su puerta,
por donde entra y
sale la sombra de una vieja;
al amanecer se va
al campo, vuelve cansada,
abre la puerta de
niebla, la cierra al entrar
y nadie sabe qué
pasa dentro.
Que sea ella una
criatura de las profundidades, no de la superficie,
pero tiene las manos
y los pies bien amarrados entre ellos;
deja rastros por
debajo del sendero, hace desencantos
a los niños
miedosos, echa a los fantasmas con raíces
sacadas de la
oscuridad, desde un nudo de pañuelo,
sólo que los que
vienen para curarse
se olvidan de ella,
la dejan tirada y no observan
los rayos rectos
que caen rotos detrás del enrejado.
Hierbas expuestas
al terrado, semillas en el alféizar,
cuerpo bañado en
una tina con agua de la lluvia,
corte hecho al
silencio con una navaja, confeccionando
un silbido del ramo
de cicuta, hormigas en la entrada;
la vieja está
tendida en la cama, su sombra no sale de la casa,
no puede atravesar
su cuerpo ya rendido;
se cae el ramo de
los colores del arco iris al manantial,
dejando atrás un
aroma húmedo de raíces.
48.
LA DESAPARECIDA
La desaparecida
está detrás de unas
paredes pintadas.
Ella no sabe dónde
se esconde el sol
y por qué no cae la
lluvia.
Parece un simple
juego esta desaparición,
pero muy
larga es la espera.
Así pasan los días
dorados
sin saber nada de
nuestros dolores.
Somos sin saber qué
somos
en la parte pintada
de las paredes impenetrables.
Vivimos con los
sonidos conocidos
y nos alegramos de
la imaginación.
Miramos, pensamos
en estas paredes pintadas
y nadie puede
derrumbarlas.
Los dibujos reviven
temporalmente,
pareciendo que las
paredes van a ceder.
Son dibujos de
trasgos con sus trajes azules,
que parecen no
enterarse de nada.
49.
ESTACIONES
Primero esperamos a
la primavera,
a sus aguas,
sonajeras o calmas,
para que nos limpie
las plantas
de algunas raíces.
Luego
esperamos a nuestro verano,
para quemarle la
piel anticuada
a toda la gente,
una a una,
en los rayos del
sol ocultado.
A nuestro otoño lo
esperaremos
soñando en su
cautiverio
sobre nuestro regreso
al paraíso
que ahora es un
cementerio.
El invierno nos
viene inesperado
y nos cuenta de
nuevo, con sensatez,
partes de las
narraciones
que sabemos desde
la infancia.
Y cuando nadie se
da cuenta,
se juntan de nuevo
aquí, ¡qué gran suerte!,
todas las
temporadas del mundo,
pero... ya se oye
la voz de la muerte.
50.
LAS ABEJAS
(Para Anastasia)
Cerradas en su
colmenar del valle,
están las abejas de
tu abuelo.
Las ves por una
ventana de niebla
y quieres
salvarlas, pero no es posible.
Las ves, escuchas
su claro zumbido
(¡salvarlas es cosa
muy arriesgada!).
Aquí tienes flores,
allá – ellas miel
y mucho calor por
todas partes.
Allá hay tantas
abejas difuntas,
las otras se mueren
una a una.
En el colmenar de
tu abuelo
se escucha el
zumbido de las abejas.
51.
RETRO
Allá, de donde ya
no estamos,
sonidos silenciosos
vienen
desde las
profundidades despejadas.
Nuestra sangre besa
al amanecer
espejos pensadores,
dejando sobre ellos
rastros redondos de
aire expirado.
No existen imágenes
vivas
expuestas en las
paredes de la casa,
son respuestas a
las futuras preguntas.
Tú no puedes
marcharte de aquí...
Por tu cuerpo yacen
estiradas
cuerdas de
guitarra.
52.
ASILO
Escucharemos la
música oculta de los asilos,
allá donde los días
pasados se dejan
como a unos abuelos
por sus nietos
en sus carritos ya
usados.
Ellos no se
mueven hacia adelante o hacia atrás,
sólo los ves
parpadeando espasmódicos:
envueltos en
sábanas viejas o nuevas,
nuestros pobrecitos
días olvidados.
53.
MAR VERTICAL
Pasamos
por una gran puerta y tú miras con ojos desiertos,
soñando
que la vida esté llena de un algo que no se
vea.
Eres
mía o solo parece... Tus palabras son olas perdidas
reflejando
estrellas.
Así
nunca estarás decidida, flotando entre las olas
con un
barco de hojas rebeldes por un mar vertical, deslumbrante.
54.
SANGRE
En el pueblo donde
la sangre está por correr
por los caminos y
por los barrios
desde las colinas
hacia el valle,
por los barrancos y
por los arroyos.
En el pueblo donde
la sangre se agita
en las fuentes
profundas, cavadas en rocas
por debajo de los
robles prometidos por un rey
a los
campesinos agotados en el campo.
Escucha ahora como
gime el cielo
de sangre angélica
imbuido;
tapa la tumba con
el trigo antiguo,
que no salga la
sangre a la superficie.
55.
FOTOSÍNTESIS
Si tú pudieras
espirar oxígeno
por la boca arcaica
de la fotosíntesis,
la tierra entera
olería a ozono.
Así sucede antes de
llover,
cuando pasa
desfilando la gota rebelde
y el polvo intruso
se apresura.
56.
HUESOS
Los muertos no se
quedan en las tumbas,
suben a la
superficie,
poco a poco, por
sus propios huesos,
como si quisieran
volver a la vida.
57.
JUEGO DEL ESCONDITE
El cuerpo es una
carga, el olor de incienso
te conmueve y te despiertas
en una iglesia
llena de gente,
rodeando una tumba,
puede que sea tu hermano...
Tú crees que sueñas, que los demás son fantasmas,
que aquí resuenan
melodías para dormir a los niños
y el cura toca con
su incensario lo alto del cielo,
arriba de todo,
estudiándolo atentamente.
No tengas miedo a los muertos, ellos no muerden
y no se mueven con
ostentación alrededor
sino que se han parado un tiempo por aquí.
tardando sobre un
pensamiento distinto, sólo esto.
Es verdad que después ya no pueden volver
y se quedan bien
escondidos entre nosotros,
así como pasa en el
juego del escondite;
¿quién busca a quién?
58.
VUESTROS HUESOS
Voy a evitar la
tierra recientemente cavada,
para no entrar en su vientre y tocar
las bandadas de huesos que no son vuestras.
Voy a evitar la tierra húmeda, como si evitase
los pastos llenos de tinieblas.
Voy a acercarme a orillas de las aguas
y sentarme a la puerta oculta del crepúsculo,
lejos de los caminos que van a todas partes.
Pero ya tengo que ir otra vez
y voy a ponerme de nuevo el escudo aplanado.
Por aquí han pasado los caracoles,
por allá los hermanos-cangrejos
han tirado de sus cuerpos truncados.
¿Por dónde tengo que ir
para poder volver a vuestros huesos?
59.
ESCRIBIR POEMAS
Escribir poemas
apacibles,
soldar el silencio
de las palabras abrasadoras
y soplarle el aire
de los pulmones.
Llevar cada noche
una casa en la espalda,
partir las botellas
barrigonas
y querer liberar el
vacío de dentro.
Prender una vela
etérea,
quemarte las yemas
invisibles de los dedos
y llamar al ángel
protector.
Rechazar el sueño
demasiado largo,
escribir poemas
sobre una ventana transpirada
y que empiecen a
gotear.
60.
AUTO DE FE
Fuego refractario
por tu rostro frágil,
fuego sin llamas
encubriéndote por completo,
auto de fe.
La forma final de
un fuego dignificado,
encendido fuera del
alma.
¿Qué habría
dentro?
61.
LA FLOR DEL AIRE
Besas la flor del
aire, heterogénea, abrazas continuamente
su ser sencillo,
sin forma ni adornos, tu rostro se hunde
en el vacío sin
dimensiones nutrido por raíces balsámicas,
que despiertan
recuerdos, te envían al pasado por las hojas
que han agotado sus
reservas de oxígeno y ya no se agitan.
Muchas hojas,
dispersadas, cubriendo los senderos en serpentina
paran en algún
punto para descansar, allá donde los árboles
tropiezan en el
campo como los soldados en el muro de una fortaleza
invisible, con
torres y bastiones horizontales, con fortificaciones
desde donde se
dispara con ráfagas cortas del viento.
Buscas los colores
característicos, llevados por las ráfagas del viento
por los senderos
desde los campos abiertos hacia dentro de los bosques,
hueles la flor del
aire, heterogénea, crecida de una vez en todas partes,
fuera de cualquier
estación, y sus pétalos transparentes se sacuden,
caen por las hojas
convertidas en polvo, volando alrededor.
62.
PÓCIMA
Que no pretendes
hacer poesía,
puede que solamente
un poco,
tanto cuanto cabe
en una pócima.
63.
PARAGUAS
No hay nada contigo
y permites
que te entren las
gotas de lluvia por detrás del cuello,
porque has
rechazado el paraguas o, que sí, puedes disimular
que lo has olvidado
en casa, dentro de un cuadro.
Y de qué te puede
servir ahora
la abundancia de
colores levantados encima de la cabeza,
o el paraguas será
solo un modo de juntar tus pensamientos
y pasarlos enteros
e ilesos por la lluvia.
Así pues caminas
sin él,
sin aquellos
bárbaros pensamientos, como un rey sin la reina,
desnudo
y decidido a alejarse de todo de su camarilla traidora,
seguido sólo por
las criaturas puntiformes de lluvia.
Vuelto desde la
ciudad de la lluvia,
te miras en el
espejo opaco, te ves de nuevo como si
nunca te hubieras
visto, te das un baño de agua caliente,
te metes en la
cama, en un cuadro, debajo de un paraguas.
64.
RETRATO FLOTANTE
Agua pintada con un
pincel
sumergido en una
mezcla de sal,
retrato liquido
desbordando
aquellos cuatro
puntos cardinales,
configurando un
rostro de joven canoso.
Pájaros sin alas,
beatificados,
el vuelo
deslumbrante de los insectos,
puentes arqueados
suspendidos
sobre precipicios
llenos de agua,
todos dirigidos
hacia al cielo.
65.
CUADRO CON NUBES
La mano que ha
pintado este cuadro
parece que ha
pasado desapercibida
por la dura pared
de la sala,
trayendo de allá
unas nubes.
66.
EL INMORTAL
Quepis tirados al
aire,
soldados
victoriosos abriendo fuego,
balas ciegas
agujereando el cielo
y este resistiendo
hasta el fin,
como el pecho de un
inmortal.
67.
EL MONUMENTO DEL
AGUA
El agua ha pasado
por la piedra
y, en las grutas
más profundas,
ha levantado su
monumento
de estalagmitas.
68.
EL PAN SECO
Un poema puede ser
un pan seco, un pan petrificado,
que lo pones allá
donde esté accesible,
incluso para los
que llegan desde el extranjero
para llenar la casa
de un solo dueño.
Son aquellos viajeros
nostálgicos y mareados,
ansiosos por morder
juntos el pan de la casa,
y no les importa si
está seco y sacado de una bolsa
que ha conservado
el calor apetecible del pasado.
Ellos se echan
todos en una cama arcaica
(aquí no caben
todos y se apretujan),
discuten sobre los
laterales de la cama estrecha
hasta que unos se
caen de allá y... se acaba el poema.
Un poema, sí, es
como cualquier pan seco,
te rompes los
dientes en él y te sangran las encías,
así que es
recomendable no cambiarlo por otro alimento,
es para no olvidar
el sabor de la sangre.
69.
BARRO
En casa, en el
pueblo, después de la lluvia,
los caminos se
quedan llenos de barro.
Paseas tú con tu
sombra por las calles
donde habitan ahora
todas tus sombras.
Tienen los rastros
pequeños, ocultos en el suelo,
el cuerpo
semitransparente, la piel gris, húmeda.
El barro se te pega
a los borceguíes
y te para por unos
momentos.
Y él intenta de
alguna manera
no dejarte ir nunca más de este lugar.
70.
LA BOLA DE BARRO
En un día estás hecho
polvo,
años y años siendo
un lago de sudor:
así te conviertes
en una bola de barro
donde los gusanos
encuentran un nuevo albergue,
se sientan a la
mesa y comen a tope,
saludan a sus
vecinos, a los mismos gusanos
que se meten como
unos intrusos entre ellos,
devoran hasta las
últimas fibras textiles,
dejando atrás algo
indigerible,
huesos secos que
tendrán algún día
sólo valor
arqueológico.
71.
NIMBO
Suspiran los
muertos en las viñas de mi padre,
sacuden sus hojas
abrazando raíces.
Las uvas están orgullosas
en su maduración,
soñando que vas a
venir alguna vez a recogerlas.
Por el barranco
fluyen las aguas que han flotado en el cielo,
sus espumas nada
nos dicen desde donde se han juntando.
Alguien habla desde
dentro de la garganta del vórtice hechizado,
con una voz extraña
nos habla, parecida a un gemido.
La manzana ha
madurado antes de la Creación,
es la fruta de la
flor efímera, ya recaída en el pecado.
La ceniza penetra
por los dedos de luz,
las manos acarician
por última vez el rostro muerto.
72.
RENDEZ-VOUS
Coge tu suerte de
la mano, acércatela cuanto puedas,
recuérdale
tranquilamente, como a una novia silenciosa,
que tiene que
llegar a la hora exacta
a todos vuestros
interminables rendez-vous.
Emborráchala con el
licor agridulce de la jarra rota,
dile que está de
muerte, que parece una geisha
vestida en kimono,
que es algo singular en el mundo
y dile más que
estás muy, pero muy enamorado de ella.
Haz de modo que
esta mujer te crea, no falles,
y tú cree en sus
palabras por unos momentos,
hasta que te
permita levantarte del lecho común,
calzado solo en
zapatillas de casa, a fumar un cigarro.
73.
EL PRIMER POEMA
El primer poema
tuyo tenía ambas manos
manchadas de tinta,
una pluma de madera, con borrador incluido
y plumín casi gastado,
que escribía todas las letras dobladas
en el cuaderno para
composiciones, y producía sonidos raros,
como sobre el
cristal, y mucho más en las clases de lengua rumana,
cuando el silencio
salía, esparciéndose por todas partes,
desde la yema del
dedo índice del profesor.
Después de aquella
hora astronómica, tus manos eran parecidas
a las de los
mineros que hace poco han salido de la mina de carbón,
estaba negra por la
mitad tu lengua, los dientes del interior de la boca,
especialmente los
de delante, tenían pintadas todas las caries
y se morían de
ganas de celebrar algo distinto aquel día,
cuando tú habías
escrito la primera composición con matiz poético,
apareciendo
indiscretos, hasta más allá de los caninos, entre los labios.
74.
DIPTONGO
El viento vivo
lleva la voz de las vocales,
sabe el nombre de
cada ráfaga suya
y la ola habla con
la voz de las vocales
desde que el agua
cayó en la tierra.
Todas las aguas son
vocales
que llenan los
huecos entre las consonantes,
cañadas y valles
entre las montañas,
las asombrosas
obras volcánicas.
El círculo celeste
que se refleja en el pozo,
tu propio eco
escuchado desde lejos
lleva consigo la
voz de las vocales,
siendo el diptongo
un sonido de culto.
75.
ANTES DEL DESPERTAR
Desapareces al
mismo tiempo con el sol naciente,
junto con el camino
desapareces en el horizonte;
una casa de barro
has levantado sólo con tus manos,
para descansar
ahora en otro lugar.
Madre de todo lo
que estoy hecho:
cabeza, brazos,
pecho y los dos pies,
piel que me cubre
el cuerpo, avergonzada,
de arriba a abajo,
huesos y carne todo junto.
Los pasos que doy
para llegar hacia a ti,
los pensamientos y
mi voz baja te pertenecen,
incluso tus
amarguras las tengo
como pequeños
recuerdos sobre la vida que pasa.
El sueño aquel
oculto, el vaso lleno de sangre
que bebo tarde, antes
de despertarme,
tiempo en que tú te
esfuerzas, sin cansancio,
en encender con
leña húmeda el fuego en la chimenea.
76.
TRANSFUSIÓN DE
SANGRE
Traspasas tu cuerpo
a otro cuerpo
junto con las
numerosas gotas de sangre,
que caen una a una
por la diminuta pipeta.
Adelgazas de modo
inminente
como el depósito de
tinta de un bolígrafo
llegado ahora a ser
más corpulento que tú.
Miras a la muerte
hasta sus entrañas,
por los ojos
abiertos de los muertos la miras
y dices adiós a los
gotas alargadas de sangre.
Tus amigos, gotas
de sangre que se van
hacia el otro
mundo, en un solo tren,
cada uno en su
vagón cubierto de vapores.
77.
LA EJECUCIÓN
Llevada y puesta
contra la pared
por una orden ajena,
estando delante del
pelotón de ejecución,
la sombra cayó por
primera vez
antes de tiempo.
78.
LA VELA
(A mi hermano Ion,
in memoriam)
No te interesa la
ropa de moda,
ni el calzado de
lujo, si hace falta
podrías andar por
las aguas como Jesús.
Vacías las latas de
cerveza sin piedad,
las colocas
juntitas en una línea con las venas
que quedaron
inertes del difunto.
Anochece y te
encuentras a su lado con una vela,
los ojos parpadean
a menudo, la llama brilla
con su luz
fulgurante, de complicidad.
Por la mañana te
duermes en la tumba,
hundes la frente
cálida en el cabezal del difunto;
con un corto
chispazo se apaga la última vela.
79.
COPO DE NIEVE
Cazas el copo de
nieve que vuela en el aire,
desgarras con los
dientes su fineza corporal,
aplastas los nudos
de sus ramificaciones.
Haces que salga el
humo de su armadura de hielo,
rompes las
extremidades de la gota sofisticada,
belleza finita
hecha con las tijeras del frío.
Coges el copo como
a un alimento cualquiera,
fundes la helada
forma que la envuelve,
flor de nieve
crecida en jardín de nadie.
80.
FAROL
El día es la otra forma de definición del tiempo,
una escritura hecha en todos los
colores del arco iris,
ascensión al cielo de los
elementos constitutivos de la tierra,
el peregrinaje permanente de los
cuerpos.
Yo soy uno de aquellos que se
precipitan,
se despiertan por la mañana y se
van por un camino
recto como la pilastra, que se
dirige en una sola dirección
y tiene al final un farol
encendido.
Sería el fantasma de fuego para
una mariposa
o una Fata Morgana canosa en el
desierto:
¿por dónde se puede pasar el
precipicio de la noche
sin tener la necesidad de
dormirse?
81.
AL FIN DEL MUNDO
(A Rosa Buk, in memoriam)
Ahora sé exactamente
dónde es el fin del mundo,
esta cocina poco espaciosa
donde alimentamos nuestra imaginación
con confitura preparada de pétalos de la rosa
rota del estrecho espacio de las espinas puntiagudas,
pétalos manchados de sangre de los dedos heridos de un niño
que ha ido a recoger flores que están bajo una estricta protección.
82.
PASEANTE
…más allá hay un camino que va hacia abajo,
quizás una senda que va por debajo de las ramas;
te agachas y sigues así sin saber hasta dónde,
los rumores errantes caen sobre tus hombros;
manzanas maduras tiradas en la hierba,
su tierno jugo mezclado con los terrones;
sendero único por donde se anda con soltura,
incluso si te faltan ambas piernas.
83.
VIVIR POR LA NOCHE
Vivir por la noche como si no
vivieras,
un tiempo perdido para siempre,
un paso dado en el útero de la
tierra,
una puerta abierta de par en par al
pasado.
Vivir por la noche y enterrar el
cuerpo
entre los granos finos de la arena,
cavar con la espalda recta o
inclinada,
según cómo tengas el artefacto.
Vivir por la noche y volver a ponerte
la cabeza como un proyectil sin
estallar,
cañón que está esperando una orden
para enviar la bala al blanco.
SINOPSIS
***
Cuerpo espantajo,
el pájaro blanco del cielo
no encuentra un
sitio encima de tu hombro.
***
Parada efímera en
un interior luminoso,
eclipsado por la
sombra bárbara de la carne.
***
Puntos suspensivos
semejantes a los rastros,
huellas sin definir
dejadas por el hombre.
***
La frente es el
principio de un signo de interrogación
que ya no puede
llegar a las plantas de los pies.
***
El frío hace que la
sangre se aleje de las extremidades
y que proteja
especialmente... el corazón.
***
Los focos iluminan
lo que pueden alcanzar,
el sol cubre todo.
*el original en rumano Portrete plutitoare (2018), redactado en castellano por Ana Muela Sopeña