luni, 22 noiembrie 2021

RETRATOS VOLADORES* (Portrete plutitoare, trad. al castellano)

 



1.

EL DÍA DE LAS HOJAS

 

Las hojas tienen su modo de ser,

no dan un espectáculo.

 

Entidades tímidas, de sólo dos caras,

que dan forma a las ramas.

 

La vista de fondo para unas flores

sin pretensión de ser las preferidas.


Minúsculas fábricas de clorofila,

proceso de fotosíntesis cotidiano.

 

2.

CICATRICES

 

Cómo puedes explicar qué pasa con el fuego:
¿se transforma en ceniza o sube al cielo?

Así se ha quemado tu cuerpo en una noche
y entonces has visto, un poco tarde,    

cómo la tierra se quedó atrás
con rastros impresos, de meteoritos.

 

3.

FINAL DE BOHEMIA

 

¿A quiénes más les atrae nuestro otoño
con su cuerpo desnudo, asexuado?
A ti te pregunto, mi triste amigo,
nacido en la tierra patriarcal de la primavera. 

Su lluvia insidiosa y su viento ávido
te han dejado sin propia ropa.
Te has convertido así en un perro vagabundo,
llevando encima partes de sus pieles.

Ya no eres un hombre, al final de la bohemia
has tomado la postura de un perro dócil,
sus ojos lánguidos y su olor específico, canino,
y nuestro otoño se parece ahora a una mesalina.

4.

POEMA CON LLUVIA

 

Cuando empiece a envejecer,

me pondré una gorra de piel de oveja

e intentaré coser

el vacío que queda entre las gotas de lluvia.

Está claro que no podré coser

con la aguja una gran distancia,

por eso empezaré a hacer

líneas de cristales en estos vacíos.

Así va a caer el agua por todas partes

desde la luz de las nubes negras:

puede que esta corriente nos salve

del fuego apocalíptico de los colores.

Por ahora las lluvias van y vienen

con sus imperceptibles espacios entre las gotas,

donde nuestros cuerpos todavía tratan
de buscar la manera de evitarlas.

 

5.

NOTAS MUSICALES

 

Quién ha dicho que es necesario

saber todas las notas musicales.

 

Las melodías resuenan libremente

y sin ellas por el espacio.

 

6.

EL CUERNO DEL UNICORNIO

 

Las lágrimas hacen un charco en casa:
disimulas el llanto - tú, menudo niño.  

Tus quejas son algo que ya no pasan,
si no te sale el cuerno del unicornio.

Tragas entre hipos la saliva
y repites de nuevo los pactos sagrados.
 

Buscas el propio rostro con mechón en la frente
y descubres un cuerno en aquel charco. 

 

7.

LA DESAPARICIÓN 

Nos perdimos allá donde duerme el infierno,
donde el mar con sus olas besa el sueño.

Sin meta alguna bajamos y subimos
hacia las dos direcciones de la línea recta.

 

Apoyamos la vista en un punto reflectante,    
respirando un aire con aves errantes.

Al final nos impacta (es un juego de bolos...)   
algo hiperbólico, y ya no estamos.      

8.

LA VIGILIA

 

Te despierta el café negro de las noticias de la mañana

(por la noche pasan cosas de lo más descomunales).

El tictac siniestro del reloj te abate,

las ratas han llenado tu casa y te están mordiendo.

 

Muñecos vestidos con trapos sustituyen a tus niños,

(alguna vez desaparecen y ellos se amontonan en el desván).

Tienes una escalera oculta para bajarlos

y recogerlos de entre otros trapos.

 

Te sientas lo más lejos posible del piano abandonado

(para que no se enteren los vecinos que quieres tocarlo).

Una canción, es verdad, aparece de la nada,

aunque no todos los que cantan la pueden escuchar.

 

La noche es el duelo por el día de ayer

(¿quién más va a quedarse ahora para su vigilia…?).

Te despiertas por la mañana sin el cadáver en casa

que ha salido directamente por la pared. 
           

9.

OBSTÁCULOS INVISIBLES

 

Qué raros son los pasos del pájaro enano,

como si tuviera miedo de tocar el suelo.


Parece que no puede ir andando

o que así prefiere conservar sus fuerzas.

 

Pica uno a uno a los parásitos de cerca,

luego se da un baño de polvo.


Bebe agua de una pezuña de caballo

y se va por su senda, pero no muy lejos.

 

No pisa el suelo, salta repetidamente

sobre unos obstáculos invisibles para nosotros.


Donde no puede saltar por encima de ellos,

levanta sus alas y nos dice adiós. 

10.

EL REVERSO

 

Soldados que se creen héroes,

medallas con el reverso macabro;

 

juguetes de latón pulidos celosamente

para ser deseados por los incautos.  

 

 

11.

EL AURA DEL TIEMPO

Eres un faro encendido, una señal luminosa
,
ardes girando hacia al mar.

En la roca estás cerca de un tronco
como un árbol para
rememorar

Este tronco sin fuerza no penetra abismos,
nada podrá volver a ser como antes.

 

Pero sus anillos dispersan una luz de madera,
el aura del tiempo, multiplicada.   

 

12.

EL SIMULACRO

 

La felicidad es una guapa muchacha,

con la cara inocente, en un día con cielo azul:

una brisa, una nube un poco blanquecina

la oscurece, la transforma en un humo

sin su fuego afable, sin su magnífica llama,

una  brasa del anochecer, solo plata impura,

ningún rastro de oro, solo cobre o bronce,

una clase de seducción, un simulacro.

 

13.

LA ALEGRÍA

 

La alegría cabe en un vaso con vino

que se echa al agua de un río,

llega a un vado poco profundo

donde los peces se lo beben,

se emborrachan,

saltan a la orilla uno a uno y...

se convierten en niños.

 

14.

EL MARCIANO

(A Leonard Tuchilatu, in memoriam)

 

Espacio creado por múltiples ventanas superpuestas:
con solo un gesto irreflexivo rompes una a una
las paredes frágiles del aire, con los dedos gelatinosos
apartas los innumerables planetas del universo
y, de reojo, penetras ilegalmente en el abismo.

Tienes en tus manos una espada con poderes paranormales
(robada probablemente de una película de ciencia ficción),
haces un corte en la panza del aire, le sacas las entrañas                                                                           
de joven narcisista, que tienen olor materno de magnolia,
y te las cuelgas del cuello como trofeos de guerra. 

 

15.

EL SELLO

 

Sílabas pronunciadas con mucho esfuerzo,

con una periodicidad preocupante.

 

Pasos lentos, hechos cerca de la cama estrecha,

ojos blanquecinos, salidos de sus órbitas.

 

Mirada penetrando incluso las fibras textiles,

la revelación de otra vida.

 

Un cambio de opiniones previsibles, dichas

en pausa aparecida entre las preguntas.

 

La revisión visual de un campo en barbecho,

teniendo la cabeza encima del nivel de la tierra.

 

El oído almacenando todas las notas musicales,

testamento sellado con los labios quemados. 

 

16.

GASTRONOMÍA PARA LOS GOURMETS

 

La poesía no es una rebanada de pan,

ni el paté de hígado untado por encima.

 

Ella no es algo que se come por la mañana,

en la hora del almuerzo u, oculta, en la última cena.

 

Oh, sí, ella es un alimento apreciado por los gourmets,

servido como entrante por unos gastrónomos.   

 

 

17.

METAMORFOSIS

 

Manos dañadas por los mangos del arado,

plantas de los pies muy tocadas

de andar por el camino hacia al dios Zalmolxis.

 

Leyes de los getas que germinan

en las cosas que creamos solos

y a quienes les imponemos que nos obedezcan.

 

Ídolos descansando sobre las espaldas de los fieles,

sangre de gemelos que se transforma en agua,

pasos errantes entre las ruinas de la modernidad.

 

 

 

 

 

 

 

18.

ITINERARIO DE RUTINA

 

Vestido con vaqueros, camisa de lino 
y sombrero de corteza de tilo,

sales por la puerta como un susurro 
del adiós por la boca de tu amada.

 

No consigues cruzar la calle 
y te paras instintivamente

(el tráfico intenso y el semáforo en rojo 
te atrapan un minuto más de la cuenta).

 

Pierdes una hora en un tren interminable 
y llegas por fin a una jungla,

donde el rey de los animales te está esperando 
para arrancarte la piel.

 

Le pides disculpas por tu retraso 
y te alejas rápidamente de él,

olvidándote del lenguaje
y vagando por la abundante vegetación. 

 

19.

LA TAPA DE TARAREO

 

Las horas saben el modo de despertarte -

te pisan con su sonido afilado de la tapa de tarareo,

hasta que una de ellas cae con mucho ruido.

Aparece una expresión de descontento en tu cara,

comienzas a bostezar como un oso en su calentita osera,

estiras su cuerpo al límite y coges el detestable artefacto,

lo presionas fuertemente con ambas manos

y tiras por la ventana este juguete innecesario,

pero aquella maldita tapa de tarareo gira de nuevo.

 

20.

REFLEJO CONDICIONADO

 

Los ciegos de la calle recuperan la vista

buscando sus ojos perdidos por las aceras.

 

Golpean con sus bastones repetidamente e intentan

asimilar los sonidos petrificados del pavimento.

 

Música de andar atentamente por una soga

estirada sobre un precipicio habitado.

 

No hay señales de circulación,

solo pura intuición, reflejo condicionado.

 

 

 

 

 

21.

SIGNO DE INTERROGACIÓN

 

Cuando no se reconocen más la silla y el escritorio,

cuando cada uno se queda en un lugar distinto de la casa,

entras tú para reconciliarlos y acercarlos de alguna manera:

pones la silla libre al lado de la mesa cargada

como pones un signo de interrogación

al final de una frase.  

 

22.

EL TINTERO

 

La nada toma a veces la forma de tintero

lleno de tinta o de otro líquido oscuro.

 

Allí está la pluma de madera, con el plumín embotado,

metido dentro de un punto inmóvil en la mesa escolar. 


Aula sin alumnos, sin voces estridentes de profesores,

pizarra repleta de letras, una fecha exacta fijada en una esquina.

 

La nada se ha alojado en un aula manchada de tinta,

con las ventanas cerradas, rotas por los soles.

 

23.

REMINISCENCIAS


El desfile exótico de los indios rojos

proyectado sobre el fondo del prado.


Las alas del aire que intensifican

las luces de los días ocultos.

 

El silbato tímido del viento,

pasando por las puertas medio abiertas.

 

La mesa dejada en medio de la casa,
cubierta toda de espinos.  


El hielo sucio del pequeño lago,

limpiado por el torbellino como un zapato.

 

24.

LA MONTAÑA BLANCA
(La muerte de la sobrina Daniela)

 

Invierno con ángeles degenerados,

simples muñecos de nieve

que se han quedado humildes

al lado del camino.

 

Doncella pasando sin fuerza

por los grandes copos de nieve,

entre sus montones amenazadores,

a punto de caerse.

 

El viento del norte la levanta,

la empuja hacia la gruta fría,

pasos alejándose rápidamente

resuenan debajo de la montaña blanca. 

 

25.

LA DAMA DE FUEGO

(A Leonida Lari, in memoriam)

 

Un camino lleno de raíces crecidas en la neblina del alba,

una última mirada jugándose con las formas del fuego.

 

Alas abiertas que cubren la sangre salida de la tumba,

allá donde se derrumba la tierra haciéndole sitio al fuego.

 

Dama protegida de los hechizos por una cinta pegada en la frente,

fuego oculto sacudiendo sus llamas sobre la oscuridad.

26.

EL INDIVIDUO

 

Rostros subidos al pedestal,

piedras funerarias rotas desde los altos ápices,

cayendo sin ruido en los precipicios hospitalarios.

 

Placas conmemorativas resplandecientes,

pegadas a las paredes impasibles de las casas.

 

¿Dónde se ha metido el temerario,

el individuo que ha desafiado a la muerte?

 

27.

LOS SOCORRISTAS

Mujer salvada, traída por las olas, 
una cuerda sujeta su cuerpo desnudo.  

Viejos albatros sacuden sus alas
en las alturas donde no llegan los ruidos. 

Manos de hombres desatan la cuerda
poco a poco liberando su cuerpo.

Peces plateados saltan a la vista,
se meten en los ojos de los socorristas. 

 

 

 

 

 

 

 

 

28.

LA FEMINIDAD DE LA FLOR

(Para Ana Muela Sopeña)

 

Se impone una terapia ligera de frescura:

dos gotas de agua y una mano que pasa por la corola

en las horas puntas del día o de la noche.

 

Si no hay riesgo de disiparse en partículas de luz

o puede sacudir sin verse su rosada

en los primeros momentos de la mañana.

 

Tiene muchas similitudes con las flores frágiles,

porque se mantiene apartada de las tentaciones atípicas,

inadecuadas para su piel permeable.

 

La llaman por su nombre, aunque preferiría ser anónima,

y su corazón impoluto que palpita entre los pétalos

apenas mantiene el ritmo evanescente de la existencia.

 

29.

POROS

 

Sobre los poros nada o casi nada se dice,

pero las últimas y las más importantes victorias personales

son aquellas conseguidas sobre los propios poros, obligándolos a

eliminar algo del mundo interior;

 

los residuos ciegos de la sombra bárbara

corren por los brazos, se precipitan hacia los pies,

acabando en simples secreciones, salidas desde las glándulas

sudoríparas y sebáceas en el subsuelo adyacente de sí.

 

30.

EL ALTER EGO ALTERADO

 

El alter ego se descompone,

desaparece junto con las hojas caídas.

 

Reduce al mínimo su paleta de colores,

quedándose sólo con el negro.

 

Proyecta la materia, incluso la luz,

hacia un agujero negro.

 

Lo que deja al borde del abismo

es un alimento perfectamente comestible.

 

Puede tragárselo después

con un simple retoque de la lengua.

 

El proceso tarda en finalizarse

por la falta del órgano anatómico. 



31.

SUEÑO REVISITADO

 

Apagas la vela cada tarde, besas la oscuridad,

diciendo “buenas noches” a la cama y a la silla ciega,

los únicos que sostienen tu cuerpo cuando este pide descanso

y persiste en relajarse solo en sus abrazos.

 

La noche inerte te desanima, viene por todos los lados,

viajas con ella en un sueño que desaparece por la mañana,

llevando consigo árboles cansados de sus ramas irreales

y a un individuo canijo perdido entre los troncos de barro.

 

32.

EL GRITO DE GUERRA

(La primera palabra fue un grito de guerra)

 

Abismos azules gorjeaban por entonces

cuando los caminos no existían

y las plantas de los primates estaban

pegadas al suelo por la mitad.

 

El caminar sobre el suelo alrededor de los árboles,

ojos que miraban por encima de las hierbas,

bocas de peces que intentaban hablar,

emitiendo sonidos ininteligibles.

 

Marcha en serpentina por el desierto,

piedra que cortaba el apetito de los cuervos,

la desaparición del hombre de Neandertal,

la voluntad de la ola sabia.

 

Armisticio tácito entre las termitas

(aún no se sabía nada de guerras),

un grito de guerra que se escuchaba

anticipándose a las otras palabras.

 
33.

CENIT

Se busca por atrás
una sombra resignada,
sin rostro carismático,
un tipo aplastado
que se quedó arando
un campo abierto
en un día tórrido,
a la hora del almuerzo,
con el sol en su cenit,
por aquel entonces,
cuando toda la tierra
se trabajaba con tesón.

 

 

 

34.

DAO (TAO)

 

…ponemos puntos suspensivos a los puntos anteriores

y conservamos intacta la cola que pasa más allá del comienzo,

detenemos la respiración, dinamitamos los malos olores,

prestamos la mímica y la postura estática (asana) de los yoguis,

acercaremos los números infinitesimales a las hazañas,

pero sin especificar cuáles son ellas y cómo hacerlas,

dejando tal vez una pequeña puerta medio abierta

hacia aquel camino del ignoto, el prototipo del Dao/Tao,

como prueba contundente de nuestras buenas intenciones.
 

35.

PLASMA

”Sobre abismos sin nombre
habita la palabra en la penumbra.”

(Palabra en la penumbra de Ana Muela  Sopeña)

 

La penumbra junta todos los brazos,

sintetiza los momentos de pausa prolongada

y se parece de alguna forma a un eclipse solar

que pasa tan ligero que no deja rastro,

y en su desfile acoge a los terrestres

que fijan sus miradas en el espacio

para dar nombres, detectando númenes.

 

La penumbra es sinónima de descanso del corazón,

el reino donde se retiran los espíritus 

para defenderse de los peligros mediante un proceso

de protección de los elementos primordiales,

una particularidad fundamental del plasma,

aquella que no se empeña en ponerse en evidencia,

dejándose colorear por las células de la sangre.


36.

EXHIBICIONISMO

 

Los escribanos modernos bajan todos desde un marsupio,

suben otra vez por el bolsillo acogedor de su madre,

se proclaman recíprocamente poetas o son denominados así

por los padres y los abuelos prestados.

Tienen hermanos y hermanas de madres subrogadas,

reproducen imágenes desconcertantes del género, utilizan

un amalgama de mayúsculas (ninguna letra pequeña, despareja),

la mezcla maléfica entre la emulación y el asombro, exhibicionismo.

Los escribanos modernos se quedan con los ojos cerrados

así como lo hacen los recién nacidos, los abren sólo cuando se duermen,

para ver sus sueños en realidad, sin querer comprender

que “y con los ojos abiertos no ves nada…”*.

 

*un dicho japonés

 

37.

RITUAL DE LA DESPEDIDA

 

La despedida a las puertas del cielo se celebra a menudo

en una mañana temprano, al lado de un camino prolongado

por los pasos pequeñitos de unos niños dados como desaparecidos

más allá del borde de aquel trayecto descuidado y descarnado

hasta los picos de los acantilados, que hacen ahora mohines

con los caninos salidos fuera de una boca de barro,

lavados a veces por las aguas incansables de arroyos desparejados,

por donde flotas y tú en una balsa hasta el valle

de los álamos tumbados, desaparecidos junto con las huellas

de aquellos chiquillos que se quedaron a caminar sin calzado

y sin que ninguno de ellos hiciera el ritual de la despedida.

 

38.

PIRÁMIDE DE KEOPS

 

Las percepciones están listas para intentar

el trayecto –conocido hasta un punto,

te preparas para ver un difunto

a cada paso, o… te vuelves del camino. 

En el epicentro de los pasos hay luto,

a los lados se dicen historias en lugar de oraciones,

allí a donde no irás – pero llegas

a las puertas que no tienen goznes.

De tales percepciones, en un alto

alzas una pirámide, como una tienda de campaña

en la que cabe el faraón muerto

con toda su camarilla muerta.
 

Ya no queda ni huella de atlantes,

sólo los cuatro puntos cardinales

y el número de cotas hasta el Sol,

para que hasta allí te eleves.

 

39.

EPÍLOGO

Tus pies ya no saben cómo caminar,
ni cómo acariciar tus manos,
es igual que la respiración sin pulmones,
un cruce de sables encima de la cabeza,
que tú no ves ni oyes
cómo hace chispas a la puesta de sol.

Tu cuerpo, enterrado a medias,
evoca al pájaro que se queda a pasar la noche
en una rama de sauce, escondiendo la cabeza
en el plumaje, esperando el día, para ver su amanecer,
pero la noche es larga y no hay ninguna plegaria
que pueda abrirse paso entre las ramas…

 

40.

¡AMÉN!

 

Cielo de nubes, tierras yermas
en la oscuridad, sin arado;
desde allí otros caminos se oyen
como señorita bajo el carro vacío.

Los campesinos han salido bien temprano
cuesta arriba, al trabajo, o a la aldea, a la feria;
ahora cuento de entre tantos un marjal
como si viviera todavía una vida.

Terrenos abandonados por y sin fuerza
como si fueran el hueso del brazo viejo;
resuena la oración y un "¡Amén!"
desde la sombra de un crucifijo solitario.

 

41.

PAISAJE CON BOSQUE

 

Todas las mañanas son destinadas para que nos despierten,

para sacarnos los vendajes hechos del tejido de sábanas,

sacudir las almohadas llenas de reminiscencias

y sueños malos o bonitos, todos ellos efímeros.

 

Las mañanas nos llevan, nos alejan de los sueños

con trenes sin vagones, en la parte superior de la locomotora;

paisaje transparente, un muro de árboles que vuelan hacia atrás,

falta poco y llegaremos a la estación del bosque con frutas negras.

 

42.

PUENTE SOBRE EL PRECIPICIO

“No te opongas, compón…”

 

Por la tarde se apagan los ojos y sus órbitas cansadas

se están acostumbrando al claroscuro, a la habilidad

del hombre viejo de pasear por los puentes arqueados
hacia el otro lado tantas veces como sea necesario;

 

de este modo funciona la ley de los contrarios,

la tan deseada misteriosa fórmula de la vida

que supone una serena evitación del diablo,

la negación relevando su reconocimiento;

 

luego viene la tierra entera por encima,

girando en sentido inverso a su núcleo,

escupiendo el fuego del infierno al llano,

debajo de aquellos puentes altos, románicos.


 

 

 

 

43.

EL NUEVO POEMA

                             

Sepultura profunda cavada sobre el cuerpo

tendido, con los huesos separados atentamente

por una mano lenta, de antracita,

juntados algunos de ellos por el enterrador

al lado de la cabeza del recién fallecido,

como poner un lema a tu nuevo poema.

 

44.

ALLÁ

 

Allá donde todos los muertos

respiran por los poros terrestres 

crecen las velas de arcilla

que ya están apagadas.

 

Donde había una huerta

y además muchas viñas

vienen ahora los vivos

para ver a los muertos.

 

Encienden todas las velas,

que luego se transformarán

en viña recrudescente

o en un árbol frutal.

 

45.

LA LUZ MATUTINA

 

Cuando te duermes los caminos van hacia atrás,  

se superponen o interseccionan hasta que  

se juntan en una manada de animales domésticos,

llevados todos por la mañana al campo abierto, al prado.

 

De mañana te despierta el tañido sordo de las campanillas,  

el mugido generalizado de las vacas o el balido ciego de las ovejas  

que buscan a sus corderos en el prado de las largas huellas de sangre, 

testigo de una nueva invasión nocturna protagonizada por los lobos. 

 

El sueño no desaparece junto con la primera luz matutina,  

este se mete en aquellos ojos que son más hospitalarios,  

les presta el resplandor glacial de los prados de alrededor,  

proyectado en la tela de neblina desde la era proterozoica de la tierra. 

 

46.

HOGAR 

 

No es una ilusión, los días sufren
entre las plantas sin armadura,
donde tu casa parece un opaco
recipiente en un vórtice...

 

 

47.

RAÍCES

 

Recoja los colores en un ramo de arco iris,

dispóngalo así para que todos ellos se parezcan

al último día del verano: rayos del sol, abatidos, 

caen divididos por el enrejado de la casa conocida,

que tiene una bandeja pintada hasta su puerta,

por donde entra y sale la sombra de una vieja;

al amanecer se va al campo, vuelve cansada,

abre la puerta de niebla, la cierra al entrar

y nadie sabe qué pasa dentro.

 

Que sea ella una criatura de las profundidades, no de la superficie,

pero tiene las manos y los pies bien amarrados entre ellos;

deja rastros por debajo del sendero, hace desencantos

a los niños miedosos, echa a los fantasmas con raíces

sacadas de la oscuridad, desde un nudo de pañuelo,

sólo que los que vienen para curarse

se olvidan de ella, la dejan tirada y no observan 

los rayos rectos que caen rotos detrás del enrejado.

 

Hierbas expuestas al terrado, semillas en el alféizar,

cuerpo bañado en una tina con agua de la lluvia, 

corte hecho al silencio con una navaja, confeccionando

un silbido del ramo de cicuta, hormigas en la entrada;

la vieja está tendida en la cama, su sombra no sale de la casa,

no puede atravesar su cuerpo ya rendido;

se cae el ramo de los colores del arco iris al manantial,

dejando atrás un aroma húmedo de raíces.

 

48.

LA DESAPARECIDA

 

La desaparecida

está detrás de unas paredes pintadas. 

 

Ella no sabe dónde se esconde el sol 

y por qué no cae la lluvia. 

 

Parece un simple juego esta desaparición, 

pero muy larga es la espera. 

 

Así pasan los días dorados 

sin saber nada de nuestros dolores. 

 

Somos sin saber qué somos 

en la parte pintada de las paredes impenetrables. 

 

Vivimos con los sonidos conocidos 

y nos alegramos de la imaginación. 

 

Miramos, pensamos en estas paredes pintadas 

y nadie puede derrumbarlas. 

 

Los dibujos reviven temporalmente, 

pareciendo que las paredes van a ceder. 

 

Son dibujos de trasgos con sus trajes azules,

que parecen no enterarse de nada.

 

49.

ESTACIONES

 

Primero esperamos a la primavera,

a sus aguas, sonajeras o calmas,

para que nos limpie las plantas 

de algunas raíces.

 

Luego esperamos  a nuestro verano,

para quemarle la piel anticuada

a toda la gente, una a una,

en los rayos del sol ocultado.

 

A nuestro otoño lo esperaremos

soñando en su cautiverio

sobre nuestro regreso al paraíso

que ahora es un cementerio.

 

El invierno nos viene inesperado

y nos cuenta de nuevo, con sensatez,

partes de las narraciones

que sabemos desde la infancia.

 

Y cuando nadie se da cuenta,

se juntan de nuevo aquí, ¡qué gran suerte!,

todas las temporadas del mundo,

pero... ya se oye la voz de la muerte.

 

50.

LAS ABEJAS

(Para Anastasia)

 

Cerradas en su colmenar del valle,

están las abejas de tu abuelo.

Las ves por una ventana de niebla

y quieres salvarlas, pero no es posible.

 

Las ves, escuchas su claro zumbido

(¡salvarlas es cosa muy arriesgada!).

Aquí tienes flores, allá – ellas miel

y mucho calor por todas partes.

 

Allá hay tantas abejas difuntas,

las otras se mueren una a una.

En el colmenar de tu abuelo

se escucha el zumbido de las abejas.

 

 

 

51.

RETRO

 

Allá, de donde ya no estamos,

sonidos silenciosos vienen 

desde las profundidades despejadas.

 

Nuestra sangre besa al amanecer

espejos pensadores, dejando sobre ellos

rastros redondos de aire expirado.

 

No existen imágenes vivas 

expuestas en las paredes de la casa,

son respuestas a las futuras preguntas.

 

Tú no puedes marcharte de aquí...

Por tu cuerpo yacen estiradas

cuerdas de guitarra. 

 

52.

ASILO 

 

Escucharemos la música oculta de los asilos,

allá donde los días pasados se dejan

como a unos abuelos por sus nietos

en sus carritos ya usados.

 

Ellos no se mueven hacia adelante o hacia atrás,

sólo los ves parpadeando espasmódicos:

envueltos en sábanas viejas o nuevas,

nuestros pobrecitos días olvidados.

 

53.

MAR VERTICAL

 

Pasamos por una gran puerta y tú miras con ojos desiertos,

soñando que la vida esté llena de un algo que no se vea.

 

Eres mía o solo parece... Tus palabras son olas perdidas

reflejando estrellas.

 

Así nunca estarás decidida, flotando entre las olas

con un barco de hojas rebeldes por un mar vertical, deslumbrante. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

54.

SANGRE

 

En el pueblo donde la sangre está por correr

por los caminos y por los barrios

desde las colinas hacia el valle,

por los barrancos y por los arroyos.

 

En el pueblo donde la sangre se agita 

en las fuentes profundas, cavadas en rocas

por debajo de los robles prometidos por un rey

a los campesinos agotados en el campo.

 

Escucha ahora como gime el cielo

de sangre angélica imbuido;

tapa la tumba con el trigo antiguo,

que no salga la sangre a la superficie.

 

55.

FOTOSÍNTESIS

 

Si tú pudieras espirar oxígeno

por la boca arcaica de la fotosíntesis,

la tierra entera olería a ozono.

 

Así sucede antes de llover,

cuando pasa desfilando la gota rebelde

y el polvo intruso se apresura. 

 

56.

HUESOS 

 

Los muertos no se quedan en las tumbas,

suben a la superficie,

poco a poco, por sus propios huesos,

como si quisieran volver a la vida.

  

57.

JUEGO DEL ESCONDITE

 

El cuerpo es una carga, el olor de incienso

te conmueve y te despiertas en una iglesia

llena de gente, rodeando una tumba,
puede que sea tu hermano...


Tú crees que sueñas, que los demás son fantasmas,

que aquí resuenan melodías para dormir a los niños

y el cura toca con su incensario lo alto del cielo,

arriba de todo, estudiándolo atentamente.

No tengas miedo a los muertos, ellos no muerden

y no se mueven con ostentación alrededor
sino que se han parado un tiempo por aquí.

tardando sobre un pensamiento distinto, sólo esto.

Es verdad que después ya no pueden volver

y se quedan bien escondidos entre nosotros,

así como pasa en el juego del escondite;
¿quién busca a quién?

 

58.

VUESTROS HUESOS

 

Voy a evitar la tierra recientemente cavada,
para no entrar en su vientre y tocar
las bandadas de huesos que no son vuestras.

Voy a evitar la tierra húmeda, como si evitase
los pastos llenos de tinieblas.

Voy a acercarme a orillas de las aguas
y sentarme a la puerta oculta del crepúsculo,
lejos de los caminos que van a todas partes.

Pero ya tengo que ir otra vez
y voy a ponerme de nuevo el escudo aplanado.

Por aquí han pasado los caracoles,
por allá los hermanos-cangrejos
han tirado de sus cuerpos truncados.

¿Por dónde tengo que ir
para poder volver a vuestros huesos?

 

59.

ESCRIBIR POEMAS

 

Escribir poemas apacibles,

soldar el silencio de las palabras abrasadoras

y soplarle el aire de los pulmones.

 

Llevar cada noche una casa en la espalda,

partir las botellas barrigonas

y querer liberar el vacío de dentro.

 

Prender una vela etérea,

quemarte las yemas invisibles de los dedos

y llamar al ángel protector.

 

Rechazar el sueño demasiado largo,

escribir poemas sobre una ventana transpirada

y que empiecen a gotear.

 

 

 

 

 

 

60.

AUTO DE FE 

 

Fuego refractario por tu rostro frágil,

fuego sin llamas encubriéndote por completo, 

auto de fe.

 

La forma final de un fuego dignificado,

encendido fuera del alma.

¿Qué habría dentro?  

 

61.

LA FLOR DEL AIRE

 

Besas la flor del aire, heterogénea, abrazas continuamente

su ser sencillo, sin forma ni adornos, tu rostro se hunde

en el vacío sin dimensiones nutrido por raíces balsámicas,

que despiertan recuerdos, te envían al pasado por las hojas

que han agotado sus reservas de oxígeno y ya no se agitan.

 

Muchas hojas, dispersadas, cubriendo los senderos en serpentina

paran en algún punto para descansar, allá donde los árboles

tropiezan en el campo como los soldados en el muro de una fortaleza

invisible, con torres y bastiones horizontales, con fortificaciones

desde donde se dispara con ráfagas cortas del viento.

 

Buscas los colores característicos, llevados por las ráfagas del viento

por los senderos desde los campos abiertos hacia dentro de los bosques,

hueles la flor del aire, heterogénea, crecida de una vez en todas partes,

fuera de cualquier estación, y sus pétalos transparentes se sacuden,

caen por las hojas convertidas en polvo, volando alrededor.

 

62.

PÓCIMA

 

Que no pretendes hacer poesía,

puede que solamente un poco,

tanto cuanto cabe en una pócima.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

63.

PARAGUAS

 

No hay nada contigo y permites

que te entren las gotas de lluvia por detrás del cuello,

porque has rechazado el paraguas o, que sí, puedes disimular

que lo has olvidado en casa, dentro de un cuadro.

 

Y de qué te puede servir ahora

la abundancia de colores levantados encima de la cabeza,

o el paraguas será solo un  modo de juntar tus pensamientos

y pasarlos enteros e ilesos por la lluvia.

 

Así pues caminas sin él,

sin aquellos bárbaros pensamientos, como un rey sin la reina,

desnudo y decidido a alejarse de todo de su camarilla traidora,

seguido sólo por las criaturas puntiformes de lluvia.

 

Vuelto desde la ciudad de la lluvia,

te miras en el espejo opaco, te ves de nuevo como si

nunca te hubieras visto, te das un baño de agua caliente,

te metes en la cama, en un cuadro, debajo de un paraguas.

 

64.

RETRATO FLOTANTE

 

Agua pintada con un pincel

sumergido en una mezcla de sal,

retrato liquido desbordando

aquellos cuatro puntos cardinales,

configurando un rostro de joven canoso.

 

Pájaros sin alas, beatificados,

el vuelo deslumbrante de los insectos,

puentes arqueados suspendidos

sobre precipicios llenos de agua,

todos dirigidos hacia al cielo.

 

65.

CUADRO CON NUBES

 

La mano que ha pintado este cuadro

parece que ha pasado desapercibida

por la dura pared de la sala,

trayendo de allá unas nubes. 

 

66.

EL INMORTAL

 

Quepis tirados al aire,

soldados victoriosos abriendo fuego,

balas ciegas agujereando el cielo

y este resistiendo hasta el fin,

como el pecho de un inmortal. 

 

67.

EL MONUMENTO DEL AGUA

 

El agua ha pasado por la piedra

y, en las grutas más profundas,

ha levantado su monumento

de estalagmitas.

 

68.

EL PAN SECO

 

Un poema puede ser un pan seco, un pan petrificado,

que lo pones allá donde esté accesible,

incluso para los que llegan desde el extranjero

para llenar la casa de un solo dueño.

 

Son aquellos viajeros nostálgicos y mareados,

ansiosos por morder juntos el pan de la casa,

y no les importa si está seco y sacado de una bolsa

que ha conservado el calor apetecible del pasado.

 

Ellos se echan todos en una cama arcaica

(aquí no caben todos y se apretujan),

discuten sobre los laterales de la cama estrecha

hasta que unos se caen de allá y... se acaba el poema.

 

Un poema, sí, es como cualquier pan seco,

te rompes los dientes en él y te sangran las encías,

así que es recomendable no cambiarlo por otro alimento,

es para no olvidar el sabor de la sangre.

 

69.

BARRO

 

En casa, en el pueblo, después de la lluvia,

los caminos se quedan llenos de barro.

 

Paseas tú con tu sombra por las calles 

donde habitan ahora todas tus sombras.

 

Tienen los rastros pequeños, ocultos en el suelo,

el cuerpo semitransparente, la piel gris, húmeda.

 

El barro se te pega a los borceguíes

y te para por unos momentos.

 

Y él intenta de alguna manera

no dejarte ir nunca más de este lugar.

 

 

 

 

 

 

 

70.

LA BOLA DE BARRO

 

En un día estás hecho polvo,

años y años siendo un lago de sudor:

así te conviertes en una bola de barro 

donde los gusanos encuentran un nuevo albergue,

se sientan a la mesa y comen a tope,

saludan a sus vecinos, a los mismos gusanos

que se meten como unos intrusos entre ellos,

devoran hasta las últimas fibras textiles,

dejando atrás algo indigerible,

huesos secos que tendrán algún día

sólo valor arqueológico.

 

71.

NIMBO

 

Suspiran los muertos en las viñas de mi padre,

sacuden sus hojas abrazando raíces.

 

Las uvas están orgullosas en su maduración,

soñando que vas a venir alguna vez a recogerlas.

 

Por el barranco fluyen las aguas que han flotado en el cielo,

sus espumas nada nos dicen desde donde se han juntando.

 

Alguien habla desde dentro de la garganta del vórtice hechizado,

con una voz extraña nos habla, parecida a un gemido.

 

La manzana ha madurado antes de la Creación,

es la fruta de la flor efímera, ya recaída en el pecado.

 

La ceniza penetra por los dedos de luz,

las manos acarician por última vez el rostro muerto.

 

72.

RENDEZ-VOUS

 

Coge tu suerte de la mano, acércatela cuanto puedas,

recuérdale tranquilamente, como a una novia silenciosa,

que tiene que llegar a la hora exacta

a todos vuestros interminables rendez-vous.

 

Emborráchala con el licor agridulce de la jarra rota,

dile que está de muerte, que parece una geisha

vestida en kimono, que es algo singular en el mundo

y dile más que estás muy, pero muy enamorado de ella.

 

Haz de modo que esta mujer te crea, no falles,

y tú cree en sus palabras por unos momentos,

hasta que te permita levantarte del lecho común,

calzado solo en zapatillas de casa, a fumar un cigarro.

 

 

73.

EL PRIMER POEMA

 

El primer poema tuyo tenía ambas manos

manchadas de tinta, una pluma de madera, con borrador incluido

y plumín casi gastado, que escribía todas las letras dobladas

en el cuaderno para composiciones,  y producía sonidos raros,

como sobre el cristal, y mucho más en las clases de lengua rumana,

cuando el silencio salía, esparciéndose por todas partes,

desde la yema del dedo índice del profesor.

 

Después de aquella hora astronómica, tus manos eran parecidas

a las de los mineros que hace poco han salido de la mina de carbón,

estaba negra por la mitad tu lengua, los dientes del interior de la boca,

especialmente los de delante, tenían pintadas todas las caries

y se morían de ganas de celebrar algo distinto aquel día,

cuando tú habías escrito la primera composición con matiz poético,

apareciendo indiscretos, hasta más allá de los caninos, entre los labios.

 

74.

DIPTONGO

 

El viento vivo lleva la voz de las vocales,

sabe el nombre de cada ráfaga suya

y la ola habla con la voz de las vocales

desde que el agua cayó en la tierra.

 

Todas las aguas son vocales

que llenan los huecos entre las consonantes,

cañadas y valles entre las montañas,

las asombrosas obras volcánicas.

 

El círculo celeste que se refleja en el pozo,

tu propio eco escuchado desde lejos

lleva consigo la voz de las vocales,

siendo el diptongo un sonido de culto.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

75.

ANTES DEL DESPERTAR

 

Desapareces al mismo tiempo con el sol naciente,

junto con el camino desapareces en el horizonte;

una casa de barro has levantado sólo con tus manos,

para descansar ahora en otro lugar.

 

Madre de todo lo que estoy hecho:

cabeza, brazos, pecho y los dos pies,

piel que me cubre el cuerpo, avergonzada,

de arriba a abajo, huesos y carne todo junto.

 

Los pasos que doy para llegar hacia a ti,

los pensamientos y mi voz baja te pertenecen,

incluso tus amarguras las tengo

como pequeños recuerdos sobre la vida que pasa.

 

El sueño aquel oculto, el vaso lleno de sangre

que bebo tarde, antes de despertarme,

tiempo en que tú te esfuerzas, sin cansancio,

en encender con leña húmeda el fuego en la chimenea.

 

76.

TRANSFUSIÓN DE SANGRE

 

Traspasas tu cuerpo a otro cuerpo

junto con las numerosas gotas de sangre,

que caen una a una por la diminuta pipeta.

 

Adelgazas de modo inminente

como el depósito de tinta de un bolígrafo

llegado ahora a ser más corpulento que tú.

 

Miras a la muerte hasta sus entrañas,

por los ojos abiertos de los muertos la miras

y dices adiós a los gotas alargadas de sangre.

 

Tus amigos, gotas de sangre que se van

hacia el otro mundo, en un solo tren,

cada uno en su vagón cubierto de vapores.

 

77.

LA EJECUCIÓN

 

Llevada y puesta contra la pared

por una orden ajena,

estando delante del pelotón de ejecución,

la sombra cayó por primera vez

antes de tiempo.

 

 

 

 

 

78.

LA VELA

(A mi hermano Ion, in memoriam)

 

No te interesa la ropa de moda,

ni el calzado de lujo, si hace falta

podrías andar por las aguas como Jesús.

 

Vacías las latas de cerveza sin piedad,

las colocas juntitas en una línea con las venas

que quedaron inertes del difunto.

 

Anochece y te encuentras a su lado con una vela,

los ojos parpadean a menudo, la llama brilla

con su luz fulgurante, de complicidad.

 

Por la mañana te duermes en la tumba,

hundes la frente cálida en el cabezal del difunto;

con un corto chispazo se apaga la última vela.

 

79.

COPO DE NIEVE

 

Cazas el copo de nieve que vuela en el aire,

desgarras con los dientes su fineza corporal,

aplastas los nudos de sus ramificaciones.

 

Haces que salga el humo de su armadura de hielo,

rompes las extremidades de la gota sofisticada,

belleza finita hecha con las tijeras del frío.

 

Coges el copo como a un alimento cualquiera,

fundes la helada forma que la envuelve,

flor de nieve crecida en jardín de nadie.

 

80.

FAROL


El día es la otra forma de definición del tiempo,

una escritura hecha en todos los colores del arco iris,

ascensión al cielo de los elementos constitutivos de la tierra,

el peregrinaje permanente de los cuerpos.

 

Yo soy uno de aquellos que se precipitan,

se despiertan por la mañana y se van por un camino

recto como la pilastra, que se dirige en una sola dirección

y tiene al final un farol encendido.

 

Sería el fantasma de fuego para una mariposa

o una Fata Morgana canosa en el desierto:

¿por dónde se puede pasar el precipicio de la noche

sin tener la necesidad de dormirse?

 

 

 

81.

AL FIN DEL MUNDO

(A Rosa Buk, in memoriam)

 

Ahora sé exactamente

dónde es el fin del mundo,

esta cocina poco espaciosa

donde alimentamos nuestra imaginación

con confitura preparada de pétalos de la rosa

rota del estrecho espacio de las espinas puntiagudas,

pétalos manchados de sangre de los dedos heridos de un niño

que ha ido a recoger flores que están bajo una estricta protección.

 

82.

PASEANTE

 

…más allá hay un camino que va hacia abajo,

quizás una senda que va por debajo de las ramas;

 

te agachas y sigues así sin saber hasta dónde,

los rumores errantes caen sobre tus hombros;

 

manzanas maduras tiradas en la hierba,

su tierno jugo mezclado con los terrones;

 

sendero único por donde se anda con soltura,

incluso si te faltan ambas piernas.

 

83. 

VIVIR POR LA NOCHE

 

Vivir por la noche como si no vivieras,

un tiempo perdido para siempre,

un paso dado en el útero de la tierra,

una puerta abierta de par en par al pasado.

 

Vivir por la noche y enterrar el cuerpo

entre los granos finos de la arena,

cavar con la espalda recta o inclinada,

según cómo tengas el artefacto.

 

Vivir por la noche y volver a ponerte

la cabeza como un proyectil sin estallar,

cañón que está esperando una orden

para enviar la bala al blanco.

 

SINOPSIS

 

***

Cuerpo espantajo, el pájaro blanco del cielo

no encuentra un sitio encima de tu hombro.

 

***

Parada efímera en un interior luminoso,

eclipsado por la sombra bárbara de la carne.

 

***

Puntos suspensivos semejantes a los rastros,

huellas sin definir dejadas por el hombre. 

 

***

La frente es el principio de un signo de interrogación

que ya no puede llegar a las plantas de los pies.

 

***

El frío hace que la sangre se aleje de las extremidades

y que proteja especialmente... el corazón.

 

***

Los focos iluminan lo que pueden alcanzar,

el sol cubre todo.


 *el original en rumano Portrete plutitoare (2018), redactado en castellano  por Ana Muela Sopeña