Os envío un poema breve, con muy mala hostia, de Ionel Ciupureanu, poeta que seguramente calma cierta tensión de misoginia o descredédito del ser humano con su atención a los insectos, lo que le ha valido un reconocimiento casi unánime y varios premios a su último poemario. Esta línea que te comento la encontramos mucho antes, pero en seres más próximos o domésticos en principio, desde el poeta que canta al gato (la gata es otra cuestión) o al perro. Decía DH Lawrence que si los hombres fuesen tan humanos como los perros, perros, valdría la pena observar alguno de ellos (y se refería, claro está, con su mala leche promiscua, a los hombres)
Este poema no va a la zaga, pues, del humor jodidamente inteligente. En cuatro versos y una experiencia recognoscible, la del homenaje o reivindicación en no pocos casos.
Nişte scaune o masă
Te vindecasem după moartea ta
visasem o casă un pat şi-o carpetă
un hău imens unde să nasc
ce-am râs că doar tu nu erai.
Unes cadires una taula
Et vindicàrem després de la teua mort
et somiàrem una casa un llit i una catifa
un abís immens on nàixer
com m’he rist que només hi mancaves tu.
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