Umbră marginală
Fiecare umbră își depune eternitatea în templul lumânărilor.
Ceea ce descopăr în jurul aromei e geamantanul de călătorie
ce o murmură ceasornicele în măruntaie;
am obiceiul să-mi văd aviditatea în aer, în mijlocul ramei
de tămâie al brațelor noastre întinse.
Pe malul pârăului de salivă, amintirile seacă
memoria mea, - nu am scut să evit durerea, ci doar ora asta
de pungi pe sub ochi, acest timp ce ne înghite rana;
e ca și cum ai fi acoperit de putreziciune în adâncurile abisului,
e ca și cum ai scufundat în automatismele
proprii ale dezgustului, îndreptat în același loc al pleoapelor.
În jur umblă băuturi amare; coifuri și potcoave mușcă
din respirație, apoi ploaia vine cu chirpicii sentențioși,
minute întunecate prinse în cuiele din poartă,
jeratic ce face să sângereze răsuflarea, lecția oglinzii,
grădini risipite în bijuteriile atâtor promisiuni.
Există cârpituri în toată această vântoaică funebră ce supraviețiuește
respirației, din careva motiv funiginea se depune
pe zilele ce trec, deasemenea însă și pe cele neînfrunzite
-stau aici, nopțile și zilele,
în acea oglindă de singurătate care a înghițit țăndări de sărătură,
umbra marginală ce reface meridianele terestre, respirația
și poate că sufletul rănit în noapte, setea ce a pornit bătălii
în gâtlej, flacăra pajiștei mușcând din planta cățărătoare.
Eroismul în fața umbrei nu se termină: toată absența este o umbră
ce odihnește în adâncul sufletlui, picături de spermă
repetă povestea, galopul obișnuit al picuratului;
osul pieptului susține piatra atemporală a chipului,
pătrunde salamura hotarelor clarității, reverberează mormanele
nopții pline cu deșeurile morții.
Stau în fața terorii drumurilor, într-o parte arde luna
cu săptămâinile fără duminici, cu ceea ce abia permite
alfabetul, cu argintul viu acomodat în arca gândirii;
pe neașteptate, deasemenea geamurile se prefac în umbre, veacuri
de vid apărute pe chip. Am fost, o parte din adâncitura presimțită,
parte din cenușiul mansardei, - așa am levitat, în respirația cuvintelor,
în apele înflorite ale tristeții, în mania felinarelor ce ard peisajul.
Păstrez toată nostalgia în rădăcinele pinilor. – Noi,
cei care trecem prin punctele cardinale ale pietrelor, nefolosirea nișei,
natură moartă în eleșteul uimirii.
SOMBRA MARGINAL
Cada sombra pone su eternidad en el templo de los cirios.
Lo que descubro alrededor del aroma, es la valija de viaje
que los relojes murmuran en el alma;
tengo la costumbre de ver mis ansias en el éter, dentro de la rama
de incienso de nuestros brazos extendidos.
En la ribera del riachuelo de la saliva, los recuerdos corroen
mi memoria, —no tengo escudo para evitar el dolor, sino esta hora
de ojeras en los ojos, este tiempo que engusana la herida;
es como haber enguantado de podredumbre en las raíces del abismo,
es como estar sumergido en los automatismos
propios de la pesadumbre, hacia el mismo sitio de los párpados.
Alrededor anidan brebajes amargos: cascos y herraduras muerden
el aliento, luego la llovizna con adobes sentenciosos,
oscuros minutos en los clavos de la puerta,
hogueras que hacen sangrar el resuello, la lección del espejo,
los difusos jardines en la orfebrería de tantas promesas.
Hay pañuelos en todo este ventarrón fúnebre que sobrevive
a la respiración, por alguna razón el hollín está presente
en los días que caducan, pero también en los días aun no deshojados,
—están aquí, las noches y los días,
aquel espejo de soledad que bebió salmuera de esquirlas,
la sombra marginal que recrea los meridianos terrestres, el aliento
acaso el alma herida en la noche, la sed que libró batallas
en la garganta, la llama del césped mordiendo las enredaderas.
La gesta ante la sombra no caduca: toda ausencia es una sombra
que duerme en el fondo del alma, enjambres de esperma
repiten la leyenda, el galope de siempre del goteo;
el brocal del pecho sostiene la piedra intemporal del rostro,
permea la sal de las fronteras de la claridad, reverberan las jarcias
de la noche con los desechos de la muerte.
Cada sombra pone su eternidad en el templo de los cirios.
Lo que descubro alrededor del aroma, es la valija de viaje
que los relojes murmuran en el alma;
tengo la costumbre de ver mis ansias en el éter, dentro de la rama
de incienso de nuestros brazos extendidos.
En la ribera del riachuelo de la saliva, los recuerdos corroen
mi memoria, —no tengo escudo para evitar el dolor, sino esta hora
de ojeras en los ojos, este tiempo que engusana la herida;
es como haber enguantado de podredumbre en las raíces del abismo,
es como estar sumergido en los automatismos
propios de la pesadumbre, hacia el mismo sitio de los párpados.
Alrededor anidan brebajes amargos: cascos y herraduras muerden
el aliento, luego la llovizna con adobes sentenciosos,
oscuros minutos en los clavos de la puerta,
hogueras que hacen sangrar el resuello, la lección del espejo,
los difusos jardines en la orfebrería de tantas promesas.
Hay pañuelos en todo este ventarrón fúnebre que sobrevive
a la respiración, por alguna razón el hollín está presente
en los días que caducan, pero también en los días aun no deshojados,
—están aquí, las noches y los días,
aquel espejo de soledad que bebió salmuera de esquirlas,
la sombra marginal que recrea los meridianos terrestres, el aliento
acaso el alma herida en la noche, la sed que libró batallas
en la garganta, la llama del césped mordiendo las enredaderas.
La gesta ante la sombra no caduca: toda ausencia es una sombra
que duerme en el fondo del alma, enjambres de esperma
repiten la leyenda, el galope de siempre del goteo;
el brocal del pecho sostiene la piedra intemporal del rostro,
permea la sal de las fronteras de la claridad, reverberan las jarcias
de la noche con los desechos de la muerte.
Estoy en medio del terror de los caminos, al costado arde la luna
con las semanas sin domingos, con ese quizá que permite
el alfabeto, con el azogue acomodado en los pensamientos;
repentinamente, las ventanas, también se vuelven sombras, siglos
de vacíos en el rostro. He sido, parte de esa hondonada presentida,
parte del gris de los tabancos, —levito así, en la respiración
de las palabras, en las aguas florecidas de la tristeza, en la manía
de las lámparas que queman el paisaje.
con las semanas sin domingos, con ese quizá que permite
el alfabeto, con el azogue acomodado en los pensamientos;
repentinamente, las ventanas, también se vuelven sombras, siglos
de vacíos en el rostro. He sido, parte de esa hondonada presentida,
parte del gris de los tabancos, —levito así, en la respiración
de las palabras, en las aguas florecidas de la tristeza, en la manía
de las lámparas que queman el paisaje.
Guardo toda la nostalgia en las raíces de los pinos. —Nosotros,
los que atravesamos los puntos cardinales de las piedras,
somos ahora, el íngrimo frescor del paisaje, el desuso de la alcoba,
la naturaleza muerta en el estanque del asombro.
los que atravesamos los puntos cardinales de las piedras,
somos ahora, el íngrimo frescor del paisaje, el desuso de la alcoba,
la naturaleza muerta en el estanque del asombro.
*
Querido Andre:
En varios ocasiones me he referido a aquellos rasgos que, en mi opinión. definen y caracterizan tu escritura, o si se quiere, tu poética, tu estilo. En efecto, en algún que otro momento me referí a aquellos aspectos retóricos formales –mejor, en tu caso, formantes- que a vuelo de pájaro de altura pueden apreciarse en tus poemas.
No entraré, sin embargo, amigo mío, a tratar de descubrir nada esencialmente novedoso, excedería tal pretensión el alcance y sentido de este correo, pero sí deseo insistir en aquellos mecanismos que remarcan la riqueza expresiva de este poema que, sin ir más lejos, puede tomarse como paradigma de la extremada elaboración del texto poético, porque, de otro modo, podríamos quedarnos como el eyaculador ante portam, mientras las murallas del poema ocultaran burlonas la entrada a la fortaleza de la riqueza expresiva:
El verso deliberadamente largo permite, por un lado, la posibilidad de estructurar un ritmo interior con las pausas y cesuras intuidas, la descomposición en unidades inferiores que, en realidad, darían una tipología de versos desparejos y, por otro lado, en el plano significacional permite el desarrollo de las metáforas complejas de segundo, tercer o mayor nivel o grado, lo que nos obliga a la tensión lectora. Ya lo dije, es el juego de la muñeca de muñecas rusa.
Un verso deliberadamente largo, sí, propio de la salmodia, (que guarda en sí mismo unidad de función y sentido), pero en absoluto prosaico y que exige ver los distintos vericuetos en la codificación de su interior. Baste, por hoy y como ejemplo, el primer ‘verso’ del poema:
Cada sombra pone su eternidad en el templo de los cirios.
La tensión intelectual y el goce lírico de la expresividad y subjetividad radical del poema van de la mano. Observemos, de primeras, como el título del poema mantiene la palabra clave –sombra- que no sólo se repetirá o redundará léxicamente, sino que mantendrá el juego de oposiciones. En efecto, detengámonos en la denotación propia del adjetivo: si en el título la sombra es marginal, en el verso inicial e iniciático, diríamos, por el contrario, tiene su eternidad. Marginalidad, pues, frente a eternidad. Pero esta organización del sentido aún contará con otra elaboración ora de la sorpresa, ora de la paradoja: los cirios se consumen, son temporales, pues. Las sombras son fugaces, marginales o eternas. Pero aún hay más en el gusto por la inversión en el campo denotativo: el templo de los cirios frente a los cirios del templo. Una inversión nada fortuita y felizmente resuelta que se basa el conocimiento profundo de las analogías del pensamiento lírico: el cuerpo como templo. Una identidad que nos lleva sin ir más lejos al poema Correspondances de Baudelaire, y que hunde las raíces de la creación del poeta en uno de los referentes avant la lettre de su visión personal de la experiencia agitatoria e identitaria del surrealismo cruchaguiano.
Cada ombra posa la seua eternitat al temple dels ciris.
El que descobrisc al voltant de l'aroma, és la valisa de viatge
que els rellotges xiuxiuegen en l'ànima;
tinc el costum de veure les meues ànsies en l'éter, dins de la branca
d'encens dels nostres braços estesos.
A la voreta del rierol de la saliva, els records roseguen
la meua memòria, —no tinc cap escut per a evitar el dolor, sinó aquesta hora
d'ulleres als ulls, aquest temps que cuca la ferida;
és com haver enguantat de podridura en els arrels de l'abisme,
és com estar somorgollat en els automatismes
propis de la feixuguesa, cap al mateix lloc de les palpebres.
Al voltant niuen beuratges amargs: cascos i ferradures mosseguen
l'alé, en acabant el plovisqueig amb adobs sentenciosos,
foscos minuts als claus de la porta,
fogueres que fan sagnar l'esbufec, la lliçó de l'espill,
els difusos jardins en l'orfebreria de tantes promeses.
Hi ha mocadors en tota aquesta ventúria fúnebre que sobreviu
a la respiració, per alguna raó el sutze és present
en els dies que caduquen, però també en els dies encara no desfullats,
—resten ací, les nits i els dies,aquell espill de soledat que begué salmorra de resquills,
l'ombra marginal que recrea els meridians terrestres, l'alé
potser l'ànima ferida en la nit, la set que lliurà batalles
en la gola, la flama de la gespa mossegant les enfiladisses.
La gesta davant de l'ombra no caduca: tota absència és una ombra
que dorm al fons de l'ànima, eixams d'esperma
repeteixen la llegenda, el galop de sempre del goteig;
el brocal del pit sosté la pedra intemporal del rostre,
es fa permeable la sal de les fronteres de la claredat, reverberen les eixàrcies
de la nit amb les sobralles de la mort.
Reste enmig del terror dels camins, al costat crema la lluna
amb las setmanes sense diumenges, amb aqueix potser que permet
l'alfabet, amb l'argent viu acomodat als pensaments;
sobtosament, les finestres, també es tornen ombres, segles
de buit al rostre. He estat part d'aqueixa fondalada pressentida,
part del gris dels cellers, —levite així, en la respiració
de les paraules, en les aigües florides de la tristesa, en la mania
de les llànties que cremen el paisatge.
Guarde tota la nostàlgia als arrels dels pins. —Nosaltres,
els que travessem els punts cardinals de les pedres,
som ara el solitari frescor del paisatge, el desús de l'alcova,
la natura morta a l'estany de l'espavent.
Baratària, 02.I.2012
Gracias, amigo Andrei, por este noble gesto de traducir mi poema. Haces, una extraordinaria labor de solidaridad.
RăspundețiȘtergereUn gran abrazo agradecido.
André Cruchaga
Este poema llego a mi gracias a Pere Bessó... Un saludo para el...
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